martes, 19 de junio de 2018

José Artigas: "Humanizar un mito" Entrevista al Antropólogo Daniel Vidart



EL HÉROE Y EL HOMBRE. UN DESCENDIENTE DEL PRÓCER RELATA LA RELEVANCIA DE LOS DESCLASADOS EN SU VIDA ÍNTIMA Y POLÍTICA.
"Los negros tuvieron más importancia que los charrúas en la vida de Artigas"

Gelsi Ausserbauer

La figura de José Gervasio Artigas ha sufrido, a través de décadas y siglos, diversos avatares. Se lo ha considerado un simple contrabandista o se lo ha endiosado como una figura casi irreal, ajena a las tachas. Vidart sabe hablar de estos dos Artigas. 

Humanizar un mito

-Hay un Artigas mítico, pero a usted ¿le interesa el Artigas de entre casa?
-Claro que me interesa. Es la faceta que más me atrae: la de simple mortal, la del paisano, la del ciudadano en alpargatas. Cuando lo veo congelado en monumentos me acuerdo de “los guarangos de bronce”. Así llamaba Borges a las estatuas de los personajes grandes, o mentidamente grandes. Era solamente un hombre, claro, pero un hombre realmente muy rico, con grandes defectos, como todos los hombres, y con inmensas virtudes, como muy pocos.
 -La visión que desacraliza a Artigas y lo ve como hombre no tiene tantos años, ¿no es verdad?
-Así es. La desacralización supone la humanización de Artigas. Eso me gusta. Yo tengo una deformación profesional, que es la del antropólogo, que sigue, de alguna manera, la famosa frase del romano Terencio: “Homo sum: humani nihil a me alienum puto”. Nada de lo humano me es ajeno. Me interesa todo lo humano, lo desnudamente humano, y por eso me gusta hurgar en la personalidad doméstica de Artigas, el seductor de hembras querendonas, el de la rueda del mate, guitarrero, y no acordeonista, como se dice por ahí erradamente. El acordeón recién fue inventado hacia el l829 por un austríaco.
También fue padre de familia. Cuando nace mi tatarabuela María Escolástica (ver recuadro), en Entre Ríos o en Purificación, Artigas se preocupa por instruirla. Ella aprende a leer y escribir con el padre Monterroso, su secretario, a quien María Escolástica llamaba “el padre Roso”. Sobre su larga vida existen documentos y reportajes de época. Sus restos descansan en el Panteón de la familia Rodó, en el Cementerio Central.
-¿Qué pasó con la mamá? ¿Se quedó del lado argentino?
-En efecto, no acompañó a su hombre. Se quedó en Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay. Era, quizá, una mujer casada, o muy sensible a los prejuicios del medio social.
Cuando es derrotado Artigas pone a María Escolástica en manos del matrimonio Centurión para que la condujeran a Córdoba. Una escolta integrada por varios soldados los acompaña, pero el jefe del destacamento, el coronel Cáceres mata a tres soldados fieles a Artigas y les roba a los Centurión las onzas de oro que les había dado para cuidar a su hija. Los deja en medio del campo, desamparados. Después Cáceres será un distinguido soldado de la independencia y cuando ella ya vive en Montevideo, muy viejita, le va a pedir perdón en público, cosa que aquella no acepta. Tampoco aceptó una pensión del Estado, por no pesarle a la patria.
 Los desclasados
-¿Qué significaron los indios y los negros en la vida de Artigas?
-Los negros tuvieron más importancia que los indios charrúas en la vida de Artigas, algo que puede sonar una herejía en un mundo de fundamentalismo charruísta, que es una manera de anclar frente a la globalización.
En tiempos de Artigas eran más abundantes los guaraníes misioneros que los charrúas. También había más negros, muchos esclavos y pocos libertos. Los negros eran los que efectivamente trabajaban. Claro que no fueron tan abundantes como en el Brasil, la zona caribeña o el sur de los Estados Unidos, donde había plantaciones de azúcar y algodón. Cuando el jesuita Cayetano Cattáneo pasó por Buenos Aires, allá por 1730, dijo que de no ser por los esclavos no sería posible vivir allí, porque ningún español, por pobre que fuera, quería trabajar. En Argentina se acabaron los negros. En Uruguay persistieron. Lástima que sólo existen en carnaval. No pudieron o no supieron salir de los viejos cauces, al contrario de los negros del sur de los Estados Unidos, creadores de los blues y otras maravillas. El resto del año el negro criollo vuelve a su lamentable condición de segregado, discriminado y sumergido. No somos tan democráticos como se cacarea. La línea de prejuicio racial y rechazo social persiste, con mayor o menor disimulo, en el mundo de los “blancos”.
 -¿Por qué en Argentina se acabaron los negros?
-Bueno, es que los próceres de la otra orilla fueron muy diligentes. Los pusieron siempre en la vanguardia de los ejércitos y los pobrecitos cayeron como hormigas. El negro fue hombre bueno al convertirse en negro muerto. Lo mismo sucedió con el indio nomádico de a caballo, acusado de asesino y cruel. En nuestro país no pasó lo mismo. Pelearon miles de negros en los ejércitos, pero entreverados.
En la Banda Oriental, dentro de una población muy escasa , que hacia 1825 se calculaba en 74.000 personas, eran la tercera parte. El otro tercio era guaraní, y no charrúa. Cuando la Real Pragmática de Carlos III, de 1767, acaba con las Misiones, l5.000 indígenas se van hacia la Mesopotamia Argentina. En Corrientes todavía se habla en guaraní. Otros 15.000 vienen a la Banda Oriental, que era mucho más grande que ahora: iba más allá del río Ibicuy.
El guaraní, contrariamente al charrúa, es un indio cristianizado y tecnificado. Los agricultores y peones de estancia guaraníes, que conocían el manejo de las sementeras y del ganado, cambiaron la fisonomía productiva de nuestra campaña.
 -Algunas versiones históricas indican que Artigas admiraba a los indios, pero agregan que si bien respetaba a los negros, porque era un hombre de bien, no los apreciaba como a los charrúas. Incluso tuvo esclavos.
-Esto es absolutamente cierto. Una de sus hijas, que vivía en Santo Domingo de Soriano, le envió un pañuelo bordado y él, a cambio, le envió un esclavo con una carta que decía: “Para que te cebe mate”. De alguna manera, como católico que era, Artigas aceptaba la esclavitud, pero es posible que pensara en la emancipación del negro. En el Reglamento Provisorio de 1815, cuando habla de que los más infelices serán los más privilegiados, nombra en primer lugar a los negros libres, a los libertos, aunque no a los esclavos.
 -¿Qué ocurría con los charrúas?
-Eran sus camaradas de contrabando cuando era muchacho. Conocía bien sus tolderías. De noche, Artigas dormiría en los campamentos charrúas, y sus mujeres eran muy bonitas: altas, bien plantadas. La raza patagónica o pampa tenía hombres de hasta 1 metro 85.
Cambia su rol cuando se hace blandengue y sirve a la Corona. Persigue a los bandoleros y a los indios infieles, que no son otros que los charrúas. En partes de guerra y en la exposición de sus méritos relata que mató algunos indios bravos. Los estancieros lo aplauden y deciden retribuir su labor con un dinero que cobra mal y tarde. Que quede bien claro que no hizo una hecatombe como los Rivera, que mataron alrededor de ciento cincuenta indios -y no un millar, como algunos dicen-, en las emboscadas de Salsipuedes, Cueva del Tigre y Mataojo. Cuando Rivera ataca a los indios charrúas, entre ellos había entreverados guaraníes, como Tacuabé o Guyunusa, bautizados en la Iglesia de Paysandú como Micaela Guyunusa y Laureano Tacuabé.
Finalmente, también quiero apuntar que Artigas fue un noble, de la nobleza más chiquita, pero nobleza al fin. Tenía el título de hidalgo, que el rey les dio a las familias que llegaron para fundar Montevideo.
 -¿Ya había pasado la época en que los nobles no trabajaban, como en España?
-En general no trabajaban. Agustín García, en su libro “La ciudad indiana”, transcribe el testimonio de un juicio en el cual un señor español va ante la justicia para acusar al vecino porque éste dijo “que él trabajaba con sus manos”.
En el campo tampoco se trabajaba. Tampoco los ciudadanos griegos trabajaban. Para eso estaban los thetos y los abundantísimos esclavos. Los integrantes de la polis hacían política, asistían a la palestra, discutí
an en el ágora. Eran zánganos ilustrados.
Durante el coloniaje y un poco después las negras oficiaban de amas de leche. Las mamás cuidaban la armonía y tamaño de sus tetas. Pero las negras no solamente les daban de mamar leche; les daban de mamar tradiciones.
Artigas, de niño, se crió entre negros. Bebió del seno de una negra y sus amiguitos eran los negros Francisco, Antonio, Gonzalo y el muy avispado Joaquín. Un “tío” negro lo llevaba al colegio de San Bernardino, de los padres franciscanos, y lo traía de vuelta a la casa.
 Comienzo y final
-¿Qué papel tuvieron los negros en su trayectoria política?
-Cuando Artigas rompe con Vicente Muesas, en febrero del 1811, quien lo acompaña en su marcha hacia el litoral del río Uruguay para cruzar luego a la Argentina es un negro, el “tío” Peña. A lo largo del camino se va formando el que fuera el primer ejército de la independencia, compuesto exclusivamente por negros. Ni que decir que en el Éxodo del pueblo oriental marchaba una considerable legión de negros. Se registraron en el recuento 1000 negros libres y 475 esclavos. Hay una especie de símbolo. Empieza su campaña libertadora con un ejército de negros y termina rodeado por ellos. Es sumamente interesante.
En los irregulares ejércitos de Artigas entraban y salían los indios charrúas, en los que éste depositaba mucha confianza, pese a su carácter errático aunque de indeclinable lealtad. Pero cuando ya derrotado por Ramírez entra en el Paraguay lo acompañan doscientos negros, poquísimos oficiales “blancos” y ni un solo indio. Yo no dudo que fueran amigos de Artigas, pero tenían sus propios intereses. La causa del indio no era la independencia: era volver a sus cotos de caza.
En Asunción es recluido en el Convento de la Merced. Sus dos asistentes negros, que eran Ansina y Montevideo, quedan presos en la aduana Los negros de su diezmado ejército son internados en Laurelty, que significa “monte de laureles”, y otros van a lo que luego se llamó Cambá- Cuá, es decir, “cueva” o “guarida de negros”.
El dictador Francia hace montar a caballo a Artigas, Ansina y Montevideo, les presta un asistente paraguayo y los destierra a la villa de San Isidro Labrador de Curuguaty. En las comunidades de supervivientes negros de aquella triste retirada se cuentan 90 personas en Laurelty y 120 en Cambá-Cuá. En estos islotes culturales, relictos de la colonia, se celebra aún la fiesta de San Baltasar y se conservan costumbres africanas ya olvidadas en nuestro país.
 -¿Cuántos serán ahora?
-No te lo puedo decir. Se habrán mezclado con la población indígena y blanca de los alrededores, sin duda. Durante sus años en Paraguay, Artigas era asistido cariñosamente por Joaquín Lenzina a quien le decían Ansina, por Montevideo y Manuel Martínez. Ansina fue el gran compañero de Artigas. Yo tengo la loca hipótesis de que pudo haber sido el mismo Joaquín de su infancia, su mejor amigo de aquellos años. Hoy se le ha hecho crecer mucho. Claro que era mucho más que un cebador de mate. Mitigaba su soledad y lo ayudaba, como amigo y no como esclavo. Aunque Artigas tampoco estaba recluido ni en la miseria absoluta. Lo visitaba gente y él trataba al vecindario y hasta altas figuras de la sociedad local. No era el viejito que se representa prendido del arado. 
-Pero una visión popular también representa a Ansina solo cebándole mate. Es lo que uno aprendió en la escuela.
-La escuela no es un pozo de saber ni de agua fresca. Se cometen errores de información, se engrandecen y propagan los mitos, sólo se escucha la voz de la historia oficial. No es que desconozca sus méritos, que los tiene, y muy grandes, pero hay mentiras convencionales ­la fecha de la Independencia, por ejemplo­ que son difíciles de desterrar. Pocos maestros enseñan que los restos de Ansina yacen en una fosa común del camposanto paraguayo de Guarambaré. Los que vinieron al Uruguay no son los de Ansina. Pertenecen al soldado negro Manuel Antonio Ledesma y se hallan en Las Piedras, en el lugar donde tuvo lugar la célebre batalla.
 -¿Los conglomerados de Laurelty y Cambá-Cúa siguieron teniendo relación con Artigas?
-Si, y tanto que una familia Monje heredó su poncho y las hacendosas mujeres lo transformaron en una frazadita, cosiendo su abertura, para abrigarse en las pocas noches del intenso invierno paraguayo.
 -¿Qué importancia tiene Artigas en el Uruguay de hoy?
-Fue un héroe civil. Alguna vez lo definí como general de derrotas en el campo de batalla, pero fue un vencedor en el terreno cívico. Fue precursor del federalismo. Sus Instrucciones tienen una fuente muy clara en la Constitución de Estados Unidos. Supo mirar lejos, pese a sus errores y a su tozudez. Es lindo tenerlo como antepasado. Tremendo compromiso para mi, un paisano con lecturas. Y para el conjunto de los uruguayos es toda una responsabilidad histórica. Tenemos que continuar por su senda y luchar incansablemente para que la autoridad que delega el pueblo en los gobernantes cese ante su presencia soberana.

EL PONCHO DE UN HEROE: PATRIMONIO NACIONAL

En el Museo Histórico Nacional Casa de Rivera (Rincón 437) se exhibe, desde hace pocas semanas, un poncho que se atribuye a José Gervasio Artigas y que, con seguridad, data de la época del prócer. Un sobrino de Daniel Vidart y éste mismo fueron los encargados de entregar la prenda al acervo nacional. “El poncho me fue enviado por un coleccionista que lo había comprado hacía ya unos cuantos años”, explica el antropólogo. “Esto pertenece la familia Vidart, descendiente del prócer, dijo al entregarlo, y no a este italiano juntador de antigüedades. Lo trajo un sobrino residente en Asunción, el Dr. Gustavo Vidart, y decidimos que el legítimo propietario de la prenda debía ser el pueblo uruguayo. Lo donamos entonces al Museo Nacional, que después de largos peritajes para comprobar su antigüedad lo incorporó a su acervo, aceptando así su procedencia. Hoy el poncho de mi retatarabuelo pertenece al patrimonio de este país”.

EL CHOZNO DE ARTIGAS

-Cuénteme sobre su condición de descendiente de Artigas.
-Este Río de la Plata es un estuario de aguas y humanidades. Por los apellidos Vidart y Bartzabal desciendo de vascos de Iparralde, el país euskera del norte de los Pirineos. Pero tengo antecedentes africanos e indígenas.
Mi bisabuelo español por parte de madre se casó con una mulata brasileña. Mi abuela paterna era nieta de una hija nacida de la unión de Artigas con una india misionera, cuyo nombre nunca se conoció. Era un amor secreto. Artigas, cuando residía en Purificación, cruzaba el río Uruguay a nado para verla. De esa unión nació María Escolástica, una mujer de “pelo en pecho”, cuya vida fue digna de una biografía novelada que no supe escribir o, mejor, que no pude escribir, devorado por otras tareas. Artigas tuvo ocho mujeres conocidas, que le dieron catorce hijos, pero es posible, o casi seguro, que haya tenido más. Fue más medido que Rivera, al que se le atribuían alrededor de mil ahijados, pero la leyenda afirma que todos eran hijos de aquel incansable semental (risas). El carisma de los jefes atrae a las mujeres. Pero quien vive peligrosamente aspira al consuelo nocturno del abrazo y el vientre tibios de una mujer.
 -¿El recuerdo de Artigas se perdió entre otras familias de sus descendientes?
-No, de ninguna manera. Existe una asociación de descendientes, que de cuando en cuando aparece en la prensa y pide alguna pequeña prerrogativa. A ese grupo no me he afiliado, porque ser descendiente de aquel gran hombre es un accidente, un mero hecho genético, no un mérito. De antepasados ilustres muy a menudo salen chirolitas.

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