Extracto de la introducción del libro
de Caetano y Rilla, “Breve historia de la dictadura”
Historiar el pasado
más reciente es siempre una tarca ardua y peligrosa. La ausencia de
perspectiva, las resonancias aún “calientes” de la mayoría de los acontecimientos
analizados, la existencia de procesos y trámites todavía en curso de
dilucidación, entre otros múltiples factores que se podrían reseñar, agregan
desafíos complementarios en esos casos al oficio siempre exigente del
historiador. Y sin embargo, tomando nota de los muchos riesgos que tal empresa
importa, la reflexión en perspectiva histórica sobre el pasado más cercano se
vuelve hoy en el Uruguay una tarea tan necesaria como impostergable.
Atendiendo el
manifiesto rezago cronológico de nuestra investigación histórica sistemática,
la consiguiente difusión de visiones mitológicas o de meras lecturas “rápidas”
o estrechamente ideologizantes de lo sucedido en el país en los últimos años y,
sobre lodo, las notorias permanencias y proyecciones de esos períodos -en
particular el de la dictadura- sobre nuestro presente, no se puede menos que
convenir en la relevancia de transitar ese camino. Sabemos sí de la cautela que
impone la naturaleza de los procesos a reconstruir e interpretar en clave
histórica pero también de los inconvenientes de diversa índole que derivan de
escamotearnos tal empresa. Esta convicción cobra mayor vigor aún, si nos
reconocemos como partícipes de una comunidad desafiada en profundidad por una
encrucijada de crisis y en la que la consolidación democrática dista de ser una
tarca ya resuelta y legada al porvenir.
El trabajo que
presentamos procura sintetizar un registro interpretativo del largo y complejo
proceso dictatorial que vivió la sociedad uruguaya entre 1973 y 1985. En ese sentido,
su objeto de
estudio es la
dictadura “stricto sensu” antes que el proceso político general desplegado
durante esos años. Tal opción temática -que implica una delimitación más
monográfica que globalizadora- surge con nitidez en el texto ofrecido a partir
de varias constataciones casi inmediatas: la naturaleza predominante de las
fuentes utilizadas -que no transita suficientemente algunas vías y escenarios
que, como los involucrados en torno a las acciones de cuño clandestino,
resultarían decisivas en un análisis que enfatizara la perspectiva de la
resistencia-; el diseño interpretativo -que pasa por priorizar el estudio de
la “dictadura transicional” sobre el de la “transición democrática” y que
también se revela en otras opciones como en la visión que se ofrece del juego
de actores, los criterios de periodificación utilizados o el plano
interpretativo en que se sitúa la indagatoria de los conflictos y la evolución
de la correlación de fuerzas en el período-; la propia estructuración y
elección de los anexos documentales, por último, en los que se privilegia
deliberadamente el registro de la evolución del discurso oficial antes que el
de las voces múltiples de la oposición y la resistencia.
Esta opción
temática no responde -resulta obvio decirlo- a un criterio valorativo. Antes
bien, deriva del interés -no caprichoso ni arbitrario a nuestro juicio-
en ofrecer una contribución a la intelección del período dictatorial a
partir de esc prisma interpretativo, por lo general escasamente transitado.
Asimismo, busca
interpelar a ese pasado tan “caliente” a partir del reconocimiento -sin duda
desencantado y doloroso, por eso mismo irrenunciable- de que el período
dictatorial no fue tan “exorcizado” como creímos o quisimos creer los uruguayos
todos, más allá de nuestras polémicas frente al tema de la “salida” o de la
“transición. Demasiadas son, en verdad, las evidencias acerca de las
persistencias dictatoriales en nuestro sistema político, en nuestra sociedad,
en nuestra convivencia cotidiana, como para que indagar la trayectoria
dictatorial como un objeto en sí misma se transforme en una opción caprichosa,
o inconducente. Tampoco esta localización temática refleja un panorama
negativista sobre la hondura de los logros innegables que aparejó la
reconquista de la democracia en nuestro país o proyecta una visión
inexorablemente pesimista sobre la pcrspccli vade su estabilidad y
profundización en el futuro. Más bien, da cuenta de hasta qué punto la
traumática historia de estos últimos años nos lega a los uruguayos un cúmulo de
tareas y desafíos no concluidos, ni resueltos. En resumidas cuentas, tal vez
esa “exorcización” definitiva aún pendiente pase también por observar ese
pasado reciente desde esa perspectiva menos simpática.
En atención a los
requerimientos del carácter de divulgación masiva de los libros de esta serie,
se ha buscado diseñar una estructura simple del texto ofrecido, con una primera
parte que hace hincapié en la (rama narrativa y una segunda que aporta pistas y
elementos de carácter predominantemente analítico e interpretativo).
Como respuesta al
mismo desafío, se ha buscado clarificar la exposición mediante la utilización
de un criterio de periodificación que iludiera funcionar a la vez como eje
orientador de todo el trabajo. Es así que hemos seguido puntualmente la
periodificación diseñada por el politólogo uruguayo Luis E. González, la que en
su parte medular plantea que los doce años del régimen autoritario reconocerían
lies etapas claramente distinguibles:
1)la etapa de la
“dictadura comisarial”, que se extendería entre 1973 y 1976;
2)una
segunda que dicho autor denomina del “ensayo fundacional”, que se prolongaría
hasta 1980;
3)y finalmente
la última, dominada por la “transición democrática” y que concluiría
“formalmente” -aunque no en muchos aspectos sustantivos- con la asunción de las
autoridades legítimas en 1985.
El registro de
estas tres etapas sucesivas permite a nuestro juicio una aproximación valedera
a lo que constituyó la trama y el itinerario fundamentales del régimen militar,
al tiempo que también refiere a la evolución en las respuestas de la sociedad
civil ante los desafíos supervinicntes de los cambios de contexto. A su vez,
cada una de esas tres etapas se identifica con “momentos” y “proyectos”
especialmente significativos del período de la dictadura.
Durante el primer
período de la llamada “dictadura comisarial”, lo políticamente distintivo
podría sintetizarse en esa perspectiva como la carencia de un proyecto político
propio del régimen, sumado a una mención manifiesta en la tarea de “poner la
casa en orden”, para reconstruir luego una vida política “‘saneada”, más o
menos democrática.
De acuerdo siempre
a la periodificación de González, en 1976 se opera un cambio cualitativo del
régimen autoritario inaugurado en 1973, abriéndose la etapa del “ensayo
fundacional”, en la que se busca echar las bases del nuevo orden político. Se
enfatiza que en el caso uruguayo (a diferencia de lo ocurrido en otros países
lati noamericanos) ladictadura nunca habría llegado a configurar un verdadero
“proyecto fundacional”, por lo que se prefiere hablar tan solo de “ensayo”.
En esa misma
dirección, el proyecto de reforma constitucional plebiscitado en 1980 habría
configurado el modelo final del “orden político” ideado por el régimen. Su
rechazo, al tiempo de cerrar definitivamente el “ensayo fundacional”, abrió el
campo a la “transición” hacia la democracia.
En realidad “lo
comisarial”, “lo fundacional” y “lo transicional”, además de referir -como
veremos- los énfasis de cada una de esas etapas señaladas, constituyeron
tendencias que de algún modo siempre coexistieron al interior del régimen. La
dictadura en este sentido osciló con frecuencia entre lo restaurador y lo
innovador, entre la “vuelta” a “lo viejo” y la “fundación” de “lo nuevo”, en un
juego pendular que muchas veces sustentó marchas y contramarchas en diversos
niveles de la política gubernamental.